La primera comunicación científica, sobre la realización de un injerto de grasa, de la que se tiene noticia se atribuye al médico alemán Gustav Adolf Neuber en 1893. La técnica consistió en injertar una pequeña cantidad de grasa del brazo en un defecto óseo de la cara. En 1895 otro médico alemán, Vicenz Czerny publicó el primer aumento mamario, realizado tras la práctica de una mastectomía subcutánea, mediante el injerto de un lipoma (tumor graso benigno). Con posterioridad a estos autores se realizaron mas injertos de grasa, por motivos reconstructivos, en las mamas y en otras áreas. En 1956 LA Peer fue el primero en ofrecer una posible explicación a la supervivencia de los injertos de grasa, describiendo que el mecanismo dependería de la formación temprana de anastomosis (uniones) entre vasos y la generación de unos nuevos. Estimó también en un 50% la perdida del volumen de los injertos. Por desgracia la experiencia con estas técnicas no fue del todo satisfactoria por lo que se fueron abandonando progresivamente y perdió interés durante las décadas de los 60 y 70.
Al comienzo de la década de los 80 se comenzó a popularizar la Liposucción y con ella comenzaron los primeros intentos de injertar grasa, previamente liposuccionada, mediante procedimientos de inyección. Aunque los primeros intentos de inyectar grasa como método de relleno datan de la década de 1950, no se volvió a intentar hasta la década de 1980. Los resultados obtenidos por esa época eran, también, algo decepcionantes, con porcentajes de reabsorción mínimos del 50% y rara vez predecibles. Desde entonces lo injertos de grasa no han gozado de muy buena fama por las altas tasas de reabsorción que muchos cirujanos obtenían (y siguen obteniendo).
La tercera generación de técnicas surge a partir de la década de 1990. Los estudios que se realizan demuestran que los injertos de grasa son posibles y se establecen las condiciones óptimas para el éxito del tratamiento. A partir de esta época la longevidad de los injertos da un giro drástico, pasando de ser un procedimiento poco fiable y transitorio a un método fácilmente reproducible y permanente. El Dr. Sydney Coleman fue uno los pioneros en este tipo de abordaje novedoso y el que ha popularizado, en gran medida, los injertos de grasa tal y como hoy se conciben. Por su parte el Dr. Monreal desarrolla su propia técnica e instrumental en 1998, patentándolo en 2001 y publicando sus experiencias en 2003 y 2005.
A principios de este siglo se comienza a estudiar en profundidad no sólo el por qué los injertos de grasa funcionan; también se descubre que la grasa es el órgano que posee mayor cantidad de células madre adultas y que injertada, junto a otras sustancias y estirpes celulares contenidas en el tejido adiposo, se comporta como relleno y como regenerador de tejidos; sin duda una revolución en medicina y en cirugía plástica. En estos momentos los cirujanos plásticos con más experiencia en injertos de grasa observamos como nuestros pacientes disfrutan del tratamiento después de años de haberse realizado y notan como la textura y calidad de la piel se renuevan paralelamente. Los injertos de grasa pasan a tener por tanto consideración de material de relleno permanente por un lado y de terapia celular por otro. En este post podrá encontrar más notas históricas sobre la paradójica historia de los injertos de grasa.
Información adicional
Si desea información sobre artículos científicos publicados por el Dr. Monreal sobre Lipoimplante y sobre células regenerativas puede consultar este enlace o buscar directamente en PubMed usando el buscador que verá más abajo (use preferiblemente términos en Inglés).
A continuación se detallan algunas referencias relevantes que podrá consultar si lo desea.
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